Como a muchas personas, la pandemia le ha cambiado la vida. José Ramón López tiene una experiencia de 11 años como auxiliar de ambulancias. Un trabajo al que accedió a través del programa de Empleo con Apoyo de Lantegi Batuak, destinado a impulsar la inclusión laboral de las personas con discapacidad intelectual en empresas. Después de todos estos años, no tenía dificultad alguna en llevar a cabo sus tareas: atender a los pacientes que van en la ambulancia a consultas médicas, rehabilitación, servicios de urgencias, etc.
Las cosas cambiaron en marzo. El servicio de ambulancias en el que trabaja, Ambuibérica, modificó sus tareas habituales para volcarse en las personas afectadas por el Covid-19.
Se presentó voluntario para formar parte del equipo de seis personas que trasladan a las personas con síntomas al hospital. Tras recibir una formación intensiva, comenzó el 17 de marzo: su compañero el conductor debe permanecer en la ambulancia y se encarga de la desinfección. Si necesitan ayuda para trasladar a algún paciente, llaman a otra ambulancia. “Mi trabajo reside en animar y reanimar. Esto último en ocasiones en que la persona va con poco oxígeno”. Algunos momentos han sido difíciles “porque ha habido pacientes muy graves que han tenido que intubar al llegar al hospital o hemos tenido que llamar a una ambulancia medicalizada, para que la persona pudiera llegar con vida al hospital”.
Especialmente duras han sido las ocasiones en las que los familiares pedían acompañar al paciente en la ambulancia y se lo tenían que denegar. O ”mirar a los ojos a pacientes mayores o con pluripatologías que eran candidatos a entrar directamente en la UCI y que podían no salir o morir en soledad. También ha sido duro ver a los y las sanitarias trabajar con poco material de trabajo o sin él y ver que había escasez de personal para atender a tantos pacientes”.
Buzos, mascarillas especiales, gafas, guantes… a José Ramón nunca le ha faltado ningún material de protección y por ello se siente orgulloso de la gestión que ha hecho la empresa Ambuibérica. También se siente orgulloso de sus compañeros y compañeras del ámbito sanitario que, como él, dice que lo han dado todo. Le ha llamado la atención el buen trato que daban a los pacientes al entregarles en el hospital, a pesar de las condiciones en las que tenían que trabajar. “La implicación de todas estas personas ha sido absoluta. Me indigna que ahora se hayan terminado tantos contratos, merecen seguir trabajando”.
Su vida personal también ha sido dura en estos meses. Ha estado todo este tiempo sin ver a su hijo y a su hija. “Los turnos no favorecían que estuviera con ellos, pero además me daba miedo contagiarles. Mi hijo me pedía que dejase de trabajar para estar con él. Se me caía el alma al suelo”.
Actualmente ha vuelto a los turnos normales, pero sigue realizando la misma labor. Prevé que, a corto plazo, la situación vuelva a ser la misma, y vuelvan los turnos de 14 horas, la distancia con su familia… Por eso pide mucha responsabilidad a toda la sociedad, sobre todo a los jóvenes, “que piensen en las personas mayores, en las personas que les atienden y en las situaciones desgarradoras que hemos visto».